
Un viejo relato prehispanico narra que el dios Calientecatl, dios de los seres necesitados de amor, se enojó un dia con la tribu de los iberomecas, dedicados principalmente al cultivo de rabos de diversos tuberculos, crianza de pavos y orticultura y que habitaban en tierras cercanas al camino que llevaba a toluca, ciudad de los tecatlenses. Calientecatl se enojo con ellos por no hacer sacrificios en su honor, por lo que azotó a los iberomecas con una epidemia de calenturas incontrolables, desapareció a todos los pavos y elimino los rabos de tuberculos. Los iberomecas, deseperados, comenzaron a adorar al dios puñalhuacatl y comenzaron a cambiar sus hábitos y costumbres, lo cual los llevaba a la perdición. Un día, un visitante de la cercana ciudad de anahuac, dedicada a la producción de pechugas de pollo y coliflor, llego a la ciudad iberomeca y encontró el caos en que vivian, las canoas hechas agua, los idolos grotescos a los que adoraban y decidió ayudarlos. Comenzaron la construcción del templo al dios Bigyellotecutli, orientador de las almas perdidas. Al terminar el templo, pusieron perlas negras como ofrenda y un higado como sacrificio en su honor. Bigyellotecutli estaba muy complacido y dotó a los iberomecas con la mayor abundancia de pavos y tuberculos, ademas de dotarlos de exquisitos cocos y gomas de mascar. Los iberomecas fueron el pueblo mas próspero del imperio chichimeca, hasta que su rey Jerrincatl y su tlatoani Sandinopochtli, robaron unas preciadas sombrillas de jade del templo de Bigyellocutli para cubrirse de la lluvia. Bigyellotecutli molesto, les mando una terrible maldicion de abstinencia y sequia con terribles jaquecas. Pero ellos buscaron el consejo del gran sabio Pabloc y lograron contentarlo ofrendando a la esposa de Sandinopochtli en sacrificio. Así es como el templo de Bigyellotecutli siguió ofreciendo paz y prosperidad al pueblo de los Iberomecas.
Moraleja. Que un pavo y unos tuberculos no te hagan creer en algo inexistente, busca la verdadera abundancia.